Hoy he vuelto a ver a Antoñito. Hace más de veinte años, y no exagero, que no sabía nada de él, de hecho, desde que más o menos acabé el colegio, no lo he vuelto a ver por mi barrio, ni en ningún sitio, de hecho, ni me acordaba de él. Pero hoy lo he visto, me he cruzado con él en el autobús cuando venía esta mañana hacia el despacho.
En un primer momento no lo he conocido, he visto solo a un hombre en una silla de ruedas, acompañado por un señor mayor. Ni lo he mirado. Pero en cuando ellos han llegado a su parada, el autobús tarda más de lo normal porque tiene que sacar la rampilla para que pueda bajar la silla. En ese momento me he dado cuenta que era Antoñito, porque aunque ya es un hombre, está muy muy gordo, se ve que tiene también falta de movilidad en los brazos, y no se parece nada a aquel niño de hace 20 años, sus ojos, eran los mismos que los del Antoñito que estaba en el colegio, esos ojitos tristes, del niño que esperaba en su sillita de ruedas junto a las maestras mientras que los demás hacíamos gimnasia o jugábamos al fútbol.
Su padre, que antaño fuera un hombre alto y delgado es hoy un señor mayor, enjuto, pero al igual que hace veinte años sigue empujando la sillita de Antoñito. Por eso me he puesto triste, se me han saltado las lágrimas, porque yo veinte años después, soy una mujer hecha y derecha, he vivido mil experiencias, me saqué una carrera, trabajo en lo que estudié, he viajado, vivo con mi pareja... pero Antoñito, no ha podido hacer nada de eso, el sigue con su padres, dependiendo de ellos para ir a cualquier sitio, y probablemente no habrá podido disfrutar de la vida..... y lo cierto es que Antoñito se lo hubiera merecido.
Besitos.